Pablo Kaplún es hijo de Mario Kaplún, uno de los comunicadores populares más destacados de América Latina en los años 80 y 90. En una entrevista en exclusiva para Radio Fe y Alegría Noticias, conducida por el periodista Javier Barrios, dio algunas pistas sobre lo que significa hoy en día el legado de su padre, compartiendo también su experiencia y práctica como educomunicador.
La entrevista fue a través de un video. Pero aun así se atrevió a iniciar con esta idea perenne en el quehacer comunicacional y educativo de su papá: La clave fue siempre saber escuchar. Como productor de radio lo fundamental es escuchar el contexto, escuchar a la gente, escuchar a los demás. Lo sabe también muy bien por su años de trabajo en Mérida con la radio popular.
Cuenta que su padre Mario y su mamá Ana Hirsz ampliaron su visión viajando porque entendieron que no era suficiente quedarse solo con su visión del Sur. Desde Uruguay, donde vivían, recorrieron todo el continente, no como turistas, sino para acercarse a la gente para escucharla. Una actitud que llamaron prealimentación porque es lo que va a alimentar el mensaje que yo voy a producir para la gente, previamente si conozco a la gente, si intercambio con la gente.
Ese es el ABC de la radio comunitaria. En un esquema educativo se llamó Educomunicación. En su complemento con Paulo Freire, confirmaba que si había una educación bancaria, como lo afirmaba el propio precursor de la educación popular, que lo que pretende es que la persona memorice y como caletre lo dispares en el examen que te presentan, esa educación no sirve porque la gente no aprende.
Freire planteó la educación dialógica donde el docente se vuelve un facilitador pero ya no para imponer un conocimiento. En ese sentido, Mario Kaplún decía que la comunicación que conocemos de los grandes medios es de difusión y no de comunicación propiamente dicha.
Esas corporaciones televisivas, radiales, etcétera, producen contenidos para el público, para las modas, para vender pero no producen para transformar, para intercambiar con la gente, para entender lo que necesita la gente, lo que plantea, para poder dar respuesta a eso que plantea la gente.
La comunicación dialógica
Desde esta perspectiva nace la comunicación dialógica que también se llamó comunicación popular, educomunicación y otros conceptos similares. En todo caso se trataba de una comunicación que se aproximaba a la horizontal, ya que al menos, toma en cuenta lo que plantea la gente.
Un principio que aún sigue muy vigente, incluso con la vertiginosa velocidad de la internet que también te permite ser más dialógico. Puedes lograr imponer temas o agendas, la llamada comunicación hegemónica, pero no lograrás que la gente se identifique contigo, se sienta representada en el comunicador.
En esa línea reflexiva, asienta que ciertamente la internet permite horizontalizar la comunicación, aparentemente, porque da la posibilidad a la persona de dar una respuesta a la generación de contenidos, bien sea por las redes sociales o por otra plataforma virtual.
Sin embargo, advierte que uno de los principales problemas de esta vertiginosidad actual es que lo que se llama intercambio comunicacional termina reduciéndose a meras reacciones a favor o en contra de lo publicado. Puso como ejemplo de esta vitrina lo que sucede cuando se publica un mensaje en la red social X, antigua Twitter.
Por eso la insistencia siempre es escuchar al otro, dimensión que tiene otras implicaciones que van más allá del mero recibir o tomar del otro. Es por ello que reafirma que en medio de esta vertiginosidad hay que seguir con la actitud de saber escuchar, saber leer, saber hablar, incluso el silencio.
Las claves de la Educomunicación hoy día
Se trata de forjar una Educomunicación para transformar, para acompañar al pueblo, para educar, para ayudar. Mario no fue el creador del término. Fueron los brasieños y él se consustancia con ese concepto, aclara.
Ciertamente el libro A la Educación por la Comunicación establece un sendero de reflexión en lógica de educación y comunicación popular. El planteamiento central de esta propuesta conceptual es que la comunicación tiene que ser educativa porque de lo contrario no sería comunicación. Solo sería difusión, recalca.
Y vuelve al tema de las redes. Centra la atención en que constantemente las redes sociales y la mayoría de los medios digitales generan contenidos, pero no ayudan a pensar.
No desestima la importancia y la vigencia de las mismas, pero recomienda que en al menos en una de esas donde estamos insertados intentemos intercambiar con otros, siempre y cuando se establezcan velocidades que permitan pensar, dialogar con el otro, intercambiar con el otro, escuchar al otro, para poder entendernos con el otro.
Cree, con convicción plena, que cuando la comunicación está regida por el diálogo, ésta genera paz, en vez de violencia, cuando hay diálogo se evitar la violencia, es lo que nos enseña uno de los valores democráticos. Se propicia la posibilidad de que la gente se exprese. Y eso es fundamental para poder llegar a un proceso transformador porque si yo te escucho y te contesto y luego te vuelvo a escuchar nos mantenemos en diálogo permanente aunque se discrepe en algún momento del diálogo por una idea, un tema, un punto de vista.
En la práctica, en el campo de la experiencia
¿Los casette foros? Claro que los jóvenes de hoy en día ni se imaginan qué eran los casettes o los dispositivos de hace unos 30 años atrás. Se trataba de tener un contenido generador de reflexiones por uno de los surcos o lado y por el otro estaban las respuestas e intercambios de la comunidad.
Y así se lograba, en épocas donde no había redes sociales, que la gente que estuviera en Tucupita, Delta Amacuro, se enterara de lo que pensaban personas que se encontraban en Mérida o en otras regiones del país o de otros países.
Se cumplía con el proceso comunicacional dialógico de dar y recibir, de intercambiar y retroalimentar. Esta fórmula, actualizada a las nuevas tecnologías, afirma, sigue siendo muy práctica.
Y en este plano, en todas las plataformas, entra uno de los desafíos más importantes que tenemos como educomunicadores que es la generación de contenidos de calidad, donde es clave la nitidez, la pedagogía, el saber escuchar para luego recibir el feedback, la respuesta de la gente, cuya receptividad y comprensión debe ser con la misma calidad para generar el diálogo, lo cual anima a más personas a participar también. Se trata, hablando de la radio en específico, de que con un sonido nítido se contagia a otra gente.
¿Y la inteligencia artificial dónde queda en todo esto?
Con la llegada para quedarse de la llamada Inteligencia Artificial, Pablo Kaplún no dura en aseverar que esta realidad representa un gran desafío para la comunicación popular.
Explica que con esta tendencia en boga mundial se pueden diseñar contenidos que de forma pueden lucir perfectamente bien. Pero cuando se les pone la lupa del análisis, el escrutinio y la verificación en muchos casos se descubre que les falta humanidad, son contenidos deshumanizados.
Advierte que por mucha capacidad que tenga un robot para generar contenidos nunca va a tener las posibilidades de creatividad, además de no poder propiciar la empatía. Con la IA es evidente, en la mayoría de los casos, la ausencia de la persona, de su identidad, de su sabor, de su particularidad.
En la comunicación popular, con o sin inteligencia artificial, es clave el sentido y la dinámica de crear juntos nuevos mensajes. Rememora que antes se generaba, entre otros valores ciudadanos, el afecto, la solidaridad, la empatía, la amistad, el amor humano, la ética. Sentimientos que pone en duda se generen con la IA.
En el tintero
Un tema que quedó para una segunda conversa con Pablo Kaplún es el tema de los famosos inlfuencer. Como antesala atinó a decir que más allá de las redefiniciones de lo popular, uno de los riesgos que corren estos comunicadores o difusores modernos es que si vienen de la base popular cuando saltan a la fama pierden esa sencillez, esas raíces, esa identidad de lo popular