Perú ha escrito este último miércoles 7 de diciembre otra de sus páginas de oprobio a lo largo de su historia. En un solo día, el ahora ex presidente Pedro Castillo decidió cerrar el Congreso en la víspera de la discusión de un tercer intento de vacancia presidencial y, en pocas horas, este mismo Congreso, cuestionado, deslegitimado lo sacó del poder y reconoció como la nueva jefe de Estado a la vicepresidenta Dina Boluarte.
Lo ocurrido en Perú agrava la situación política ya difícil y complicada. En este país, el deterioro de la democracia y el debilitamiento de las instituciones es muy grave. Gran parte de la responsabilidad lo tiene la derecha cavernaria y corrupta que, desde el inicio, no aceptó el triunfo electoral de la izquierda con el desprecio implícito de ser gobernado por un campesino, un “serrano”, un profesor de campo.
Lamentablemente, el ex presidente Castillo dejo de lado a los cuadros de la izquierda que, en un primer momento, lo acompañaron y decidió convocar y gobernar con sus allegados personales. Estos, se aprovecharon del poder e incurrieron en acciones de corrupción. Estos mismos, luego de ser detenidos, involucraron y acusaron al ex mandatario con pruebas débiles, que no alcanzó para vacarlo en los dos intentos anteriores.
La decisión de Castillo o quienes lo aconsejaron de cerrar el Congreso no tuvo el respaldo esperado. Todas las instituciones lo condenaron, sus ministros renunciaron y lo dejaron sólo, completamente sólo y con un tufo de traición de su mismo entorno. Castillo no tuvo el apoyo de las fuerzas armadas, policiales y no le quedó otra opción que tratar de huir con su familia. En el camino fue detenido y pasa a formar la lista de ex mandatarios que también están o han pasado por la cárcel.
Ahora, que Dina Boluarte, asumió la presidencia tiene el reto de darle otro rumbo al gobierno, si es que le dejan. Sin embargo, esta salida a la crisis no resuelve o calma el sentir de la población peruana. La mayoría esta decepcionada de todas las fuerzas políticas y prefiere que se vayan todos y se convoque a nuevas elecciones, pero, el gran problema es que esta población no está movilizada. Por otra parte, la izquierda peruana también tiene su cuota de gran responsabilidad. Tuvo la gran oportunidad de mostrar una nueva propuesta al país. Sus peleas internas y el divisionismo reinante terminaron por debilitar aún más el frágil gobierno de Castillo. Le toca ahora, hacer una autocrítica y procesar esta situación de crisis para proponer un nuevo proyecto país si acaso logra aún la aceptación del pueblo.
Triste final de un campesino que quiso hacer cambios para las mayorías pobres del país, pero los grupos de poder, con todo su aparato mediático, el monopolio de la comunicación concentrada en la capital; sumado a sus propios errores e inexperiencia, terminaron con la ilusión de un profesor de una alejada escuelita rural que apenas aparece en el mapa.
Hugo Ramírez. 8/12/22. ALER.