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Autor: Nelsy Lizarazo, Pressenza, Agencia Internacional de Noticias

Fecha de Publicación:

Según las autoridades la cifra de muertos por el terremoto de 7,8, que sacudió a Ecuador el 16 de abril, ascendió a 659. El gobierno indicó que el número de personas ubicadas en albergues temporales se incrementó a 29.067. El último informe señala que 40 personas aún permanecen desaparecidas y otras 27 mil 732 han recibido asistencia médica.
Ante esta situación Nelsy Lizarazo Pressenza de la -Agencia Internacional de Noticias de Paz y No-violencia nos comparte su análisis de hoy.

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¿Qué se sacude en un terremoto?
Ayer miércoles 27 de abril, a las 11:30 am, aterrizó en suelo ecuatoriano el presidente Evo Morales. En la tarde, el presidente Ollanta Humala. Los dos con toneladas de ayuda para las víctimas del terremoto que sacudió al país el pasado sábado 16 de abril, a las 7 de la noche. A la intensidad del movimiento telúrico, que alcanzó los 7.8 grados en la escala Richter, le ha correspondido la solidaridad inmediata de miles y miles de habitantes de todo el país, de países del continente, de Europa, de Palestina y de muchísimos países alrededor del mundo.
El terremoto que sacudió a todo el país, afectó gravemente a la costa ecuatoriana y de modo particular a las poblaciones de Jama, Pedernales, Canoa, Portoviejo, Calceta, Manta, Bahía de Caráquez en la Provincia de Manabí, Muisne y alrededores en la provincia de Esmeraldas, Guayaquil y poblaciones cercanas en la provincia del Guayas, así como a muchos pequeños poblados y recintos alrededor de estos puntos. Las cifras oficiales reportan, hasta el día de ayer 659 personas fallecidas, 40 personas desaparecidas, 113 personas rescatadas con vida, 4605 personas heridas, 2740 edificaciones afectadas, 6998 edificaciones destruidas y 29067 personas albergadas. Estas son las cifras de víctimas y daños causados por el terremoto.

También la solidaridad ha sacudido a nuestro país. Toneladas de alimentos, cientos de miles de litros de agua, carpas, ropa, máquinas, medicamentos… Y miles de voluntarios, rescatistas, profesionales que han llegado a las zonas afectadas a poner sus conocimientos y experiencia al servicio de las tareas de respuesta inmediata. Pero también ciudadanos y ciudadanas que se han organizado con sus familias, sus amigos, sus colegas de trabajo para hacer acopio de las donaciones que millones de habitantes del país, de todos los territorios y todos los sectores sociales han entregado y continúan entregando. Y por supuesto, la ayuda humanitaria y el apoyo internacional. El coordinador residente de la Organización de Naciones Unidas en Ecuador, Diego Zorrilla, ha hecho un llamamiento urgente al mundo entero para conseguir 73 millones de dólares, cifra calculada para atender durante 3 meses a 350.000 personas, al menos en tres prioridades: seguridad alimentaria, saneamiento y vivienda, seguidos por educación y recuperación temprana. Son tantos los frentes, tantas las situaciones, tantos los asuntos a atender y resolver, que las necesidades parece infinitas.

El terremoto es una expresión de la tierra. De hecho, ha sido el reacomodamiento de dos placas, tenía que darse, porque la tierra necesita esos movimientos. La solidaridad es una expresión de lo mejor del ser humano. Quizás una de las mejores expresiones de lo que significa propiamente ser humanos. Pero todo el desastre causado, probablemente expresa algo más y sacude, una vez más, los cimientos de un sistema que genera condiciones de riesgo para la vida de las comunidades. Un sistema que empuja a la construcción de viviendas en zonas inseguras; que permite, vía permisos mal habidos, el levantamiento de estructuras sin las garantías indispensables; un sistema que no nos permite pensar más allá del hoy, que nos somete a la sobrevivencia diaria y urgente, sin la posibilidad de planificar y asegurar condiciones adecuadas de vida. En fin, el terremoto ha sacudido los cimientos de un sistema que una vez más, muestra sus límites.

Poblaciones enteras están ahora en situación de iniciar una nueva vida. ¿Será posible que, tras esta dolorosa sacudida, esas nuevas vidas encuentren también nuevos modos de reiniciar? Tal vez sí. Modos más solidarios, colaborativos, protectores de derechos; modos corresponsables, sostenidos en un nuevo tejido social comunitario, solidario y no violento, que ponga como centro a los seres humanos y abra, por ello mismo, la posibilidad de modos de vida verdaderamente sostenibles, incluso frente a los fenómenos de la naturaleza.