En América Latina y el Caribe, las parteras tradicionales, también conocidas como matronas o comadronas, han sido por siglos las encargadas de acompañar a las mujeres en uno de los momentos más sagrados de la vida: el parto. Con conocimientos transmitidos de generación en generación, estas mujeres no solo atienden partos, sino que también brindan cuidados integrales durante el embarazo, el posparto y el crecimiento de los recién nacidos. Sin embargo, su labor enfrenta desafíos en un mundo que muchas veces no reconoce su importancia.
En México, por ejemplo, existen alrededor de 15,400 parteras tradicionales que atienden aproximadamente 90,000 partos al año, según datos recabados por el periódico Pie de Página. A pesar de su invaluable contribución, muchas de ellas enfrentan obstáculos para ejercer su don, como la falta de reconocimiento estatal y las dificultades para emitir certificados de nacimiento, un trámite esencial para garantizar el derecho a la identidad de los recién nacidos.
Un don que trasciende generaciones
Ofelia Pérez Ruiz, partera tradicional de Chiapas y vocera del movimiento de parteras Nechisim, comparte su experiencia: «Me nació ser partera porque mi mamá y mi abuela también lo eran. Un día soñé que una señora mayor me enseñaba cómo atender a una mujer embarazada. Así despertó mi don». Para Ofelia, la partería no se limita a «cachar bebés», como se dice coloquialmente, sino que abarca un acompañamiento emocional, espiritual y psicológico a las mujeres y sus familias.
Las parteras no solo atienden partos, sino que también brindan cuidados durante el embarazo, el posparto y el crecimiento de los bebés. «En las comunidades, es fundamental el cuidado de la mamá y el recién nacido durante los primeros 40 días después del parto», explica Ofelia. Además, destacan la importancia de involucrar a los hombres en este proceso, ya que ellos también juegan un papel clave en el cuidado del recién nacido y la búsqueda de plantas medicinales.
Desafíos y resistencia
A pesar de su relevancia cultural y social, las parteras enfrentan múltiples desafíos. En México, aunque la Ley General de Salud reconoce su labor y permite que emitan certificados de nacimiento desde marzo de 2024, muchas aún batallan para acceder a este trámite. Margarita, una partera indígena tenek de Veracruz, relata: «Ahora nos exigen certificados de nacimiento, y eso les afecta mucho a las familias. Antes, las mujeres parían en casa sin problemas, pero ahora es un relajo».
Además, persiste un estigma alrededor de la partería tradicional. Ocho de cada 10 parteras en México consideran que ejercer su labor es peligroso debido a la falta de reconocimiento y las restricciones legales. «Se cree que la partería es riesgosa, y eso hace que la gente desconfíe de nosotras», comenta una partera.
Un llamado al reconocimiento
La partería tradicional no solo es una práctica ancestral, sino también una forma de resistencia cultural. En un contexto donde la violencia obstétrica y las cesáreas innecesarias son una realidad en muchos sistemas de salud, las parteras ofrecen una alternativa humanizada y respetuosa. La Comisión Nacional de los Derechos Humanos en México ha subrayado que «parir y nacer sin violencia es un derecho humano», y ha demandado mayor reconocimiento y respeto hacia esta práctica.
En comunidades indígenas y rurales, las parteras siguen siendo las principales cuidadoras de las mujeres embarazadas. Sin embargo, muchas han dejado de ejercer por miedo a ser denunciadas o por no contar con certificaciones. Lourdes Antonio, una mujer otomí de Ayutuxla, Tetzcatepec, explica: «Antes era más fácil, pero ahora sin el certificado de nacimiento, no se puede registrar al bebé, y eso afecta su acceso a la educación y otros derechos».
Preservar un legado
Las parteras tradicionales son más que cuidadoras; son guardianas de la vida, la cultura y la espiritualidad de sus comunidades. Su labor es un recordatorio de que el parto no es solo un acto médico, sino un proceso profundamente humano y cultural. En un mundo que avanza hacia la modernización, es fundamental reconocer y valorar este conocimiento ancestral que ha sostenido a generaciones enteras.
Desde ALER, celebramos la labor de las parteras tradicionales y hacemos un llamado a los gobiernos y sociedades de América Latina y el Caribe para que reconozcan y respalden su trabajo, garantizando que su don siga siendo transmitido a futuras generaciones.