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Autor: Leonel Herrera, Arpas

Fecha de Publicación: 2021-08-31

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El Vaticano definió la semana pasada la celebración de la beatificación de cuatro mártires salvadoreños: dos sacerdotes y dos laicos. Se trata del jesuita Rutilio Grande, el franciscano Cosme Spessotto y los laicos Manuel Solórzano y Nelson Lemus, acompañantes martiriales del padre Grande. El magno evento se realizará el 22de enero del próximo año en El Salvador

Grande y Spesstto, como muchos sacerdotes en varios países latinoamericanos, abrazaron la causa de los pobres, excluidos, desposeídos y marginados. Su práctica pastoral se centró en denunciar de las injusticias y anunciar el reino de Dios, que es el de la justicia, la dignidad, la paz, la solidaridad y el amor. Ambos religiosos fueron asesinados “por odio a la fe”.

Grande fue masacrado, con sus dos acompañantes, por un escuadrón de la muerte el 12 de marzo de 1977, por un escuadrón de la muerte de la extrema derecha salvadoreña, mientras se conducía a oficiar una misa.

El asesinato del madre grande impactó a Monseñor Óscar Arnulfo Romero, entonces Arzobispo de San Salvador, quien desde ese momento elevó más fuerte su voz contra la represión y violaciones a los derechos humanos que cometía la oprobiosa dictadura militar que sometía al país centroamericano a finales de los años sesenta y principio de los ochenta.

Spessotto fue asesinado el 14 de junio de 1980, mientras oraba antes de celebrar la eucaristía. Días antes había advertido su inminente asesinato y escribió que “morir como mártir sería una gracia que no merecía”. En la misma nota perdonaba anticipadamente a sus asesinos y pedía por su conversión.

La beatificación de estos mártires es una buena nueva para El Salvador, Centroamérica y América Latina, porque es, en primer lugar, un reconocimiento a las luchas históricas contra las dictaduras y por la defensa de los derechos humanos, en contextos actuales donde algunos gobiernos pretenden negar o tergiversar la memoria histórica de nuestros pueblos.

Y en segundo lugar, porque aviva la esperanza para todas y todos los que luchan por mejores condiciones de vida, por el cumplimiento de los derechos y por  una democracia verdadera; frente a la pobreza, la violencia, la precariedad, el autoritarismo y otros males que aquejan a la mayoría de la población en todo el continente.

Vivamos, pues, la alegría de nuestros mártires; y que su memoria nos inspire siempre.