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La Cumbre de Biodiversidad de la ONU, conocida como COP16, ha concluido tras dos semanas intensas de debates, foros, actividades culturales y negociaciones. Este evento reunió a más de 900 mil personas, subrayando la relevancia de la biodiversidad en el contexto global y la participación de los pueblos indígenas, afrodescendientes, mujeres, y jóvenes. 

El principal objetivo de la cumbre fue salvar la vida en el planeta, a través de un mensaje paz con la naturaleza, dado que en los últimos 50 años hemos observado una disminución promedio del 73% en la vida silvestre. Este alarmante informe señala que las caídas son aún más pronunciadas en América Latina y el Caribe, donde la reducción alcanza el 95%. África le sigue con un 76%, y Asia y el Pacífico presentan un 60%. Las causas fundamentales de esta disminución incluyen la degradación y pérdida de hábitats, la sobreexplotación de ecosistemas y la invasión de especies.

La COP16 se convocó como un espacio para la implementación y desarrollo del Marco Mundial de Biodiversidad de Kunming-Montreal, un acuerdo alcanzado en Canadá en 2022, que establece la meta de proteger al menos el 30% de la biodiversidad para 2030. Sin embargo, al cierre del evento, solo 44 de los 196 países participantes habían presentado sus planes nacionales de conservación. 

Fotografía: Brayan Arismendy

Queda un largo camino por recorrer, ya que 152 países aún deben presentar sus estrategias antes de diciembre de 2024, compartiendo indicadores y fuentes de información que permitirán medir su avance hacia el cumplimiento de 23 metas específicas.

Linda González, Coordinadora del Área de Selvas y Biodiversidad de Censat Agua Viva, en diálogo con ALER destacó que durante la COP16 se aprobó un conjunto de decisiones significativas, especialmente relacionadas con el artículo 8J. Se estableció un órgano subsidiario para pueblos indígenas y comunidades locales, orientado a fomentar su participación activamente en el marco del convenio, así como un nuevo plan de trabajo que abordará temas como tenencia de tierra, conocimientos tradicionales, así como modalidades de gobernabilidad y autogestión.

Otro importante progreso fue el reconocimiento de los pueblos afrodescendientes. Gracias a esfuerzos conjuntos de representantes de Brasil y Colombia, se logró este reconocimiento en el marco del convenio, evidenciando la movilización constante durante las negociaciones. También se avanzó en el tema de «diversidad de secuencias genéticas» (DSI), donde se acordó que los usuarios que se benefician directamente de estas secuencias deberán contribuir a un fondo global, el Fondo Global de Cali. Este fondo, aunque aun sin claridad sobre el porcentaje exacto, contempla aportes del 1% o 0.1% de los ingresos obtenidos, dependiendo de la actividad generadora de esos recursos, destacó Linda González. 

Sin embargo, quedaron pendientes dos temas cruciales: la movilización de recursos y el establecimiento de un marco claro para la planificación, monitoreo, reporte y revisión del cumplimiento de las metas acordadas. Durante las negociaciones, surgieron tensiones, especialmente con la oposición de la Unión Europea a la creación de fondos estatales, argumentando que la inversión privada podría nutrir las finanzas públicas, lo cual plantea desafíos éticos en la responsabilidad sobre las inversiones en el ámbito ambiental, advirtió la activista González. 

Otros voceros consultados dijeron que se aprobó un fondo mundial que establece pagos por el uso de secuencias genéticas digitalizadas. Este avance fue el resultado de la lucha de comunidades indígenas, afrodescendientes y locales que buscan que las grandes farmacéuticas y agroindustrias contribuyan económicamente por el uso de recursos genéticos, con el objetivo de recaudar hasta 1.000 millones de dólares anuales para la conservación y restauración de la biodiversidad.

Además, se firmó un acuerdo global para identificar y conservar áreas marinas de alta importancia ecológica en aguas internacionales, un esfuerzo que ha tardado ocho años en concretarse y que busca no solo proteger la biodiversidad marina, sino también fortalecer la gobernanza de los océanos.

Fotografía: Brayan Arismendy

Fotografía: Brayan Arismendy

Protagonismo popular:

En este sentido, el protagonismo de la sociedad civil fue clave, con 39 declaraciones y documentos de política pública elaborados por comunidades indígenas, afrodescendientes, académicos, el sector privado y otros grupos durante las discusiones de la cumbre. Susana Muhamad destacó que estas declaraciones son un «testimonio vivo de la movilización de personas y sectores» y se publicarán con el fin de contribuir a la implementación de los planes de acción.

 

Retos persisten: 

En nuestras comunidades y pueblos, es fundamental seguir defendiendo la biodiversidad, que abarca no solo a los animales y plantas, sino también a los ecosistemas de los que forman parte y el vasto mundo microscópico que coexiste con ellos. Este universo macro y micro se ha visto amenazado en las últimas décadas, y su pérdida tendría consecuencias devastadoras en un planeta interconectado, transformando o extinguiendo otros niveles de biodiversidad.

Los medios de comunicación comunitarios enfrentan el desafío de continuar informando, educando y apoyando a las comunidades en la defensa del medio ambiente, del agua, de las especies y de los elementos microscópicos.

 

Redacción: Javier Barrios; Fotografías: Valentina Quintero, Brayan Arismendy; Cobertura Especial COP16.

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¿Qué nos dejó la COP 16?