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En esta entrega de la Serie «Rostros y rastros, historias y pensares sobre Migración» la dedicamos al refugio, y la hemos titulado “Los derechos se mueven con las personas» 

En las últimas décadas más y más personas se han visto obligadas a dejar su hogar, su país; los niveles de desplazamiento forzado en el mundo son los más altos jamás registrados. La Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) calcula que existen en el mundo más de 68 millones de personas desplazadas a la fuerza, cuya vida está en peligro. Es decir, cada dos segundos una persona se ve obligada a desplazarse como resultado de los conflictos y amenazas a su vida. De ese número, apenas unos 25 millones de personas obtienen la condición de refugio. Es decir, casi 2 de cada 3 personas quedan sin protección legal y con el temor de ser obligadas a retornar a los países de los que huyen, a los que no pueden regresar porque si lo hacen las matan

Si bien las causas que obligan a las personas a migrar son muchas, el derecho internacional solo reconoce la condición de refugio cuando se ha salido de un país sufriendo persecución por razones de raza, religión, opinión política, nacionalidad y pertenencia a un grupo social particular.

Las personas desplazadas, sean legalmente reconocidas como refugiadas o no, viajan, atraviesan fronteras con sus derechos, no dejan sus derechos en el país de origen, sino que los llevan consigo; entonces los Estados tienen que garantizar estos derechos.  Por un lado, los Estados que reciben a personas refugiadas tienen la tarea de brindarles las condiciones y servicios para garantizar sus derechos humanos, especialmente el derecho a la vida. Por otro lado, los Estados de donde huyen las personas refugiadas deben garantizar las condiciones necesarias para que su población no tenga que salir huyendo, para que cada persona pueda decidir si quiere migrar o no. Porque la migración es un derecho y decidir no migrar también lo es.

Las personas refugiadas no solo necesitan políticas públicas que garanticen sus derechos, también necesitan brazos que acojan, sonrisas que recarguen energías, manos dispuestas a ayudar, corazones dispuestos a recibir a quienes tuvieron que huir. Y en nuestra América Latina existen muchas experiencias de acogida, de solidaridad de nuestros pueblos.

Los Estados tienen la gran obligación de proteger las vidas de estas personas y los pueblos, que históricamente han demostrado su solidaridad, tienen el reto de seguir construyendo la hospitalidad aún frente a discursos de odio, de tender la mano cuando se hace un llamado a cerrar las puertas, de tender puentes cuando se construyen muros.

A continuación te invitamos a escuchar este reportaje preparado por la Red de Migración y Comunicación de ALER:

Producción: Red de Migración y Comunicación de ALER

Agradecimiento especial a: Instituto Radiofónico Fe y Alegría – IRFA VenezuelaFederación Guatemalteca de Escuelas Radiofónicas – FGERRadio Huayacocotla de MéxicoAsociación de Radiodifusión Participativa- ARPAS y Radio Universidad Austral de Chile – Valdivia