Autor: Javier Tolcachier, Pressenza, Agencia Internacional de Noticias
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Este lunes, en la Universidad de Florida en Miami, ante un auditorio seleccionado de derechistas, anticastristas y opositores venezolanos, Donald Trump dio un furioso discurso anticomunista, propio de los años 60 del siglo pasado.
Utilizó toda la artillería retórica para señalar sin ambages que su objetivo es acabar con el socialismo en el hemisferio y el mundo.
Hizo apología del terrorismo, amenazó y al mismo tiempo convocó a las fuerzas armadas bolivarianas a derrocar al gobierno electo de Nicolás Maduro, alabó al impostor manejado por EEUU, indicó que también combatirá a los gobiernos de Cuba y Nicaragua y sin pudor alguno, en el medio de tanta soberbia y violencia, criticó al gobierno Venezolano por bloquear la “ayuda humanitaria”.
Pareciera que Trump no tiene dobleces y dice lo que piensa. En realidad es todo mentira.
El gobierno de EEUU bloquea a Venezuela, impidiendo que ésta con sus propios recursos compre insumos necesarios a la producción y el consumo. Desde los EEUU se opera contra el valor de la moneda venezolana, para demoler su economía en conjunto con el empresariado corrupto que fuga capitales y generar carestía y aumento de precios desmedido.
Los EEUU están muy lejos de ser paladines de la democracia. Han instalado y apoyado dictadores, han instigado golpes de Estado, invadido numerosas naciones y conspiran permanentemente contra los gobiernos que no se someten a su dictamen. El gobierno de los EEUU es el principal criminal de guerra, ha masacrado cientos de miles de personas, cometido innumerables violaciones a los derechos humanos y creado catástrofes humanitarias en todos los lugares a los que envió su ejército. No tiene estatura moral para hablar de democracia, ni de libertad, ni de valores.
La política exterior de EEUU no tiene interés en ayudar a nadie. Su acción es depredadora y su interés primario en Venezuela son el petróleo y otros abundantes recursos naturales.
En relación a que hay naciones mucho más necesitadas de ayuda humanitaria como Haití o tantas otras en el África, nos parece una apreciación bienintencionada pero poco acertada. La ayuda humanitaria suele ser ineficaz y aumentar la dependencia. Los EEUU ya “ayudaron” allí, controlando al país durante largas décadas, sosteniendo las dictaduras del clan Duvalier y derrocando al electo presidente progresista Jean Bertrand Aristide, que quería efectuar una reforma social e institucional profunda. Más que “ayudar tanto”, parece mejor dejar de molestar y sobre todo, dejar de apropiarse de los recursos de esas naciones.
Volviendo a la actual situación en Venezuela, lo que los EEUU pretenden es alejar de América Latina las inversiones y el comercio con China y Rusia, para ocupar ellos mismos los mercados perdidos. Quiere someter nuevamente a su dominio a las naciones del Caribe a quienes Hugo Chávez ayudó a salir de la dependencia mediante la cooperación petrolífera.
Pero sobre todo, quiere eliminar por mandato de las grandes corporaciones financieras y el complejo militar industrial -que verdaderamente manda en EEUU- todo modelo alternativo de sociedad, todo proyecto político que se oponga al dictamen absolutista del capital, toda organización popular que proponga redistribuir la riqueza y lograr igualdad de oportunidades para todo ser humano. Quiere destruir todo vestigio de independencia para poner gobiernos sumisos, quiere liquidar los organismos de integración regional como UNASUR o CELAC surgidos en la década anterior, por representar un contrapeso efectivo a las pretensiones de dominio imperialista.
Trump es un producto acabado del totalitarismo capitalista, la peor caricatura del supremacismo blanco y una muestra vulgar de la crueldad a la que este sistema conduce.
Trump y el gobierno que dirige son hoy un peligro los pueblos de América Latina, el Caribe y el mundo. Los amantes de la paz, las personas de buen corazón, debemos detenerlo.
Crédito Foto: Caroline Schenck