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El departamento de Santa Cruz, en la frontera de Bolivia con Brasil, se apresta a celebrar aniversario cívico con serios cuestionamientos a un modelo productivo extractivista que deforesta en promedio hasta 800 hectáreas diarias, esto equivale a 800 canchas de fútbol. Esta zona se destaca por ser un motor económico del país con el agronegocio, aunque ha demostrado ser poco sostenible ambiental y socialmente.

La frontera agrícola se expande con el uso del suelo forestal, acumulándose los daños que afectan el equilibrio del ecosistema. Por un lado se encuentra la deforestación de las comunidades ancestrales que han sido programadas y en respeto a la armonía de los ciclos de la tierra, en contraste está la deforestación industrial a gran escala que en su mayoría se destina a la exportación y producción de alimentos para animales amenazando la biodiversidad.

Aunque los actores están claramente identificados en su responsabilidad frente a la propiedad de la tierra y su cuidado, así como los procedimientos de permisos de desmonte, resulta una costumbre que prefieran pagar las multas por incumplimiento a las medidas. La industria prioriza las ganancias económicas con una lógica de destrucción de los bosques, porque les considera un obstáculo para la producción.

El combate de la espiral degenerativa debe abordarse desde diferentes enfoques, además del ambiental, el social, cultural y económico. Las alternativas implican la consideración de incentivos avalados en las políticas de Estado; es urgente, pues de ello depende la fauna, el ciclo de la lluvia, la fertilidad del suelo y la continuidad de la vida.

Diálogo con Osvaldo Mailarte y Javier Coimbra, integrantes de la Fundación para la Conservación del Bosque Seco Chiquitano, participan del Observatorio que reporta la concentración de la deforestación y desmonte.

Producción: Julio Rodríguez Barrancos, IRFA Santa Cruz, Bolivia; María Cianci Bastidas, Coordinación General ALER

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