América Latina vivió uno de los años más duros de los últimos tiempos.
Fue el año de regreso de la políticas que hicieron desastre en los 90 y un año marcado por hechos muy significativos en muchos países. Muchos dolieron en toda la patria grande aunque también dejaron aprendizajes para nuestros pueblos. En Bolivia Evo Morales perdió el plebiscito en el que pretendía que se lo habilite para postularse a una nueva reelección. No alcanzaron los logros del proceso de cambio que encabeza y otra vez tuvieron un rol clave los medios empresariales que juegan contra los gobiernos populares.
En Argentina el gobierno de los ricos cumplió un año entre despidos, inflación, aumento de la pobreza, tarifazos, retrocesos en derechos humanos y aumento de la deuda externa del país. Las protestas se multiplicaron, como las del movimiento de mujeres contra los femicidios, una realidad marcada también por la destrucción social que está provocando el gobierno del empresario Mauricio Macri.
En Brasil Dilma Roussef fue destituida mediante un golpe parlamentario y los golpistas aplicaron las políticas que hacía años planeaban y no podían imponer. El resultado: retrocesos en conquistas sociales, congelamiento de la inversión del estado en salud, educación, desarrollo social, eliminación de políticas públicas de distribución de la riqueza.
En Colombia finalmente el acuerdo firmado con las FARC fue rechazado en las urnas por la mayoría de los pocos que fueron a votar pero tras el duro golpe, finalmente se pudo comenzar a encauzar el rumbo a la paz con un nuevo acuerdo.
Venezuela otra vez vivió un año difícil, de crisis económica, de polarización entre oficialismo y oposición y donde los grupos de poder desestabilizadores volvieron a sacar tajada. Pese a todo, se abrió una chance de diálogo, gracias a la mediación del Papa Francisco.
En Estados Unidos ganó el magnate Donald Trump y desde enero de 2017 será presidente por 4 años. El impacto que tendrá su gobierno en América Latina es por ahora una incógnita pero no se pueden obviar sus ataques a los inmigrantes durante toda su campaña.
En Cuba murió Fidel Castro y quedó claro que está más vivo que nunca, al igual que la revolución que inició hace casi 60 años, con millones que salieron a decirle al mundo que ahora ellos son Fidel.
En Honduras fue asesinada la lidereza indígena Berta Cáceres por oponerse a los megaproyectos de infraestructura. En su crimen quedó ejemplificado lo que son capaces de hacer los poderosos intereses de las empresas extractivas que avanzan en nuestros países con el amparo de algunos gobiernos. Pero en la lucha y el legado de Berta Cáceres está tal vez la esperanza de América Latina y el mundo entero.