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2017-08-01

Debates y tensiones. Implicancias para la acción de educadores/as populares

 

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Revisión del desarrollismo en América Latina y el Caribe, sus implicaciones en los procesos democráticos y la crisis civilizatoria que derivó de la globalización neoliberal. Se expone el rol de las organizaciones y movimientos sociales frente a las agendas e incidencia pública con propuestas de paradigmas emergentes como el Buen Vivir.

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  1. LA PROBLEMÁTICA DEL DESARROLLO EN CONTEXTO DE CRISIS DEMOCRÁTICA EN LA REGIÓN

Profundizar y debatir hoy la problemática del desarrollo implica, desde nuestro punto de vista, dar cuenta de las tensiones entre profundización o radicalización democrática y los límites de la noción de desarrollo. Es que hoy justamente las promesas del desarrollo para América Latina, se han constituido en un embudo por el cual pareciera muy difícil conjugar propuestas de inclusión económica, social, política, cultural y de bienestar colectivo para las mayorías populares (y, por ende, la necesaria distribución justa de la riqueza) con los modelos de desarrollo neoliberal nuevamente hegemónicos en el continente.

En un contexto de inestabilidad regional y de fuerte crisis de aquellos regímenes de gobierno que (desde finales del Siglo XX y sobre todo en el inicio del Siglo XXI) cuestionaron y tomaron distancia de la hegemonía neoliberal, identificados con propuestas neodesarrollistas/populistas y de un nuevo Socialismo Siglo XXI, hoy retoma nuevo vigor la posibilidad cierta de un retorno hegemónico del neoliberalismo en la región.

En un reciente artículo Aldo Ferrer señala que el regreso del neoliberalismo (para el caso argentino, pero que puede extenderse a otros países latinoamericanos con sus obvias particularidades) puede verificarse en el marco de la alternancia entre dos modelos de desarrollo que –desde el fin de la 2º Guerra Mundial– han marcado la historia de estos últimos 60 años: el modelo nacional y popular y el neoliberal. Si bien ambos se despliegan dentro de la economía de mercado, el primero se caracteriza por el protagonismo del Estado, el impulso soberanista y el énfasis en la inclusión social. El segundo, por su confianza en las virtudes del mercado, se caracteriza por la apertura incondicional al orden mundial y la prescindencia en la distribución del ingreso. Por su parte el impulso de la industrialización por sustitución de importaciones y su consecuente impulso de creación de empleo, predomina en el modelo nacional y popular; mientras que el énfasis en la producción y las exportaciones primarias y las finanzas, en el neoliberal[2].

Teniendo en cuenta el reciente acceso al poder de gobiernos neoliberales y conservadores (vía electoral en Argentina y muy previsiblemente en Perú y mediante un golpe de estado institucional en Brasil) como así también los procesos de desestabilización y debilitamiento que se están produciendo en países que se distanciaban de la hegemonía neoliberal, sobre todo Venezuela, el presente artículo debe ser leído en clave de cómo la agenda del desarrollo en América Latina se colocará de cara a la restauración neoliberal y conservadora como proyectos societales hegemónicos en la región.

Bajo este marco de preocupación y de procesos en curso, se presenta este artículo que se estructura en tres apartados: el primero que da cuenta del panorama histórico en que se despliega el debate sobre el desarrollo en América Latina, dando cuenta de los principales fundamentos teóricos de su surgimiento y posteriores reformulaciones y replanteos. Un segundo apartado que da cuenta del debate sobre el desarrollo en un contexto de globalización y avisora la crisis que plantea la propia noción de desarrollo, como así también los principales actores que cuestionan esa noción. Finalmente, el tercer y último apartado que se presenta como una reflexión de carácter abierto, plantea la importancia y necesidad de contar con nuevas formas de entender el desarrollo y la posibilidad de avanzar en una agenda de posdesarrollo, retomando los postulados del Buen Vivir y Vivir Bien. Todo ello colocado en clave de interpelación y debates abiertos en el seno del movimiento de educadores populares.

  1. PANORAMA HISTÓRICO SOBRE EL DESARROLLO: SUS SUPUESTOS Y PROPUESTAS

“Desarrollo es un término de azarosa biografía en América Latina”, señala agudamente Aníbal Quijano[3] y agrega: “Desde la Segunda Guerra Mundial ha cambiado muchas veces de identidad y de apellido, tironeado entre un consistente reduccionismo economicista y los insistentes reclamos de todas las otras dimensiones de la existencia social. Es decir, entre muy diferentes intereses de poder. Ha sido acogido con muy desigual fortuna de un tiempo a otro de nuestra cambiante historia. Al comienzo, sin duda, fue una de las más movilizadoras propuestas… Sus promesas arrastraron a todos los sectores de la sociedad y de algún modo encendieron uno de los más densos y ricos debates de toda nuestra historia, pero fueron eclipsándose en un horizonte cada vez más esquivo y sus abanderados y seguidores fueron enjaulados por el desencanto. Ayer no más, parecía no sólo desprestigiado y en desuso, sino enterrado entre los escombros de esperanzas frustradas y de batallas perdidas y bajo una densa pila de textos… Hoy, no obstante, se nos convoca a volver a buscarlo entre las mallas de una nueva configuración de poder que se conoce con el nombre de globalización”.

A los fines de hacer un recorrido histórico, nuestro punto de partida será reconocer que no existe una única definición de desarrollo. Su concepción es resultado de una construcción histórica y social, refiriéndose en general a cosas y situaciones deseables, ideal al que se desea llegar. Por ello, debemos decir también que es indispensable siempre actualizar, contextualizar y explicitar a qué nos referimos cuando apelamos a esta noción.

  1. Origen de la noción de desarrollo: Desarrollismo y Teoría de la Dependencia

En su origen y apogeo la noción de desarrollo estuvo asociada a la idea de “progreso” puesta en clave evolucionista y que, por tanto, naturalizó las desigualdades sociales y obvió u ocultó las causas de la desigual distribución de las riquezas y los recursos. El Desarrollismo, en tanto corriente política e ideológica, enfatiza el crecimiento económico cuantitativo sobre la base del aumento de las inversiones, considerando que de ello deriva el logro de otros objetivos de progreso económico, político, cultural y social.

Además, desde esta corriente –el desarrollismo– y en términos más de índole sociológica, se interpreta que la evolución de los países hacia el “desarrollo” debe realizarse en una transición de la sociedad tradicional a la Modernidad, enfatizando la importancia de generar procesos de industrialización y urbanización propios de las sociedades avanzadas. Así, bajo la perspectiva de la modernización de los años 50, las sociedades occidentales eran pensadas como el modelo hacia el cual irreversiblemente llegarían todas las sociedades del mundo. Las sociedades tradicionales eran vistas entonces, como etapas anteriores por las que la humanidad debía transitar hasta alcanzar el «desarrollo» a través de la industrialización y urbanización.

Por su parte, las políticas de desarrollo, tal como fueron aplicadas en nuestro continente a partir de la 2º Guerra Mundial hasta la década de los ’70, fueron acompañadas críticamente por la Teoría de la Dependencia surgida justamente en América Latina en los años ‘50 y ’60. La misma partió de la tesis de una polarización entre el primero y el tercer mundo, en la cual el primero había solucionado sus problemas económicos y sociales y el tercer mundo encaraba la tarea de conseguir transformarse en algo que el primero mundo ya había alcanzado. De este modo, las críticas al desarrollismo en los países latinoamericanos señalan que dicha corriente, tiende a negar o encubrir el problema de la dependencia, soslayando las cuestiones que tienen que ver con la distribución del ingreso, la soberanía política, los problemas ecológicos y postula un modelo de sociedad inalcanzable (e indeseable), propio de los países más “desarrollados”. Por tanto, poner el acento en la dependencia es preocuparse esencialmente por las características que adquieren las relaciones económicas, tecnológicas y políticas entre los países desarrollados y los subdesarrollados.

No es posible por tanto admitir que el subdesarrollo sea un “momento” en la evolución continua (enfoque del desarrollo como crecimiento) o discontinua (enfoque del desarrollo como sucesión de etapas) de una sociedad. Por el contrario, desde una perspectiva que se apoye en las nociones de proceso, de estructura y de sistema, se postula que el subdesarrollo es parte del proceso histórico global del desarrollo y que, por tanto, desarrollo y subdesarrollo son dos caras de un mismo proceso histórico y que ambos son históricamente simultáneos, vinculados funcionalmente. El desarrollo y el subdesarrollo pueden comprenderse entonces, como estructuras parciales pero interdependientes que conforman un sistema único. La característica principal que distingue a ambas estructuras es que la desarrollada en virtud de su capacidad endógena de crecimiento es la dominante mientras que la subdesarrollada por el carácter inducido de su dinámica, es dependiente. Este esquema analítico es aplicable entre países, como también dentro de un mismo país.

Es por ello que, desde esta perspectiva, el problema fundamental del desarrollo de una estructura subdesarrollada consiste en la necesidad de superar su estado de dependencia, es decir, de transformar su estructura para lograr una mayor capacidad autónoma de crecimiento y una reorientación de sus sistema económico, político y social que permita satisfacer los objetivos de la respectiva sociedad[4]. Ha quedado demostrado que el crecimiento económico no necesariamente implica desarrollo y que el «subdesarrollo» y el «desarrollo» son dos caras de una misma moneda.

  1. Se plantean otras formas de “Desarrollo”

Desde mediados de los ochenta y en la década de los ‘90, comienza a cobrar fuerza las ideas acerca de que los cambios que operan en la vida de las sociedades no son monocausales, ni unilineales, que el crecimiento económico no necesariamente implica desarrollo y que el «subdesarrollo» y el «desarrollo» son dos caras de una misma moneda.

Así aparecen en el debate sobre el tema, los planteamientos del desarrollo a escala humana y del desarrollo humano. Ambos parten de la idea de que el desarrollo debe tener como centro al ser humano y no a los mercados o a la producción. Por consiguiente, lo que se debe medir no es el Producto Interno Bruto (PIB) sino el nivel de vida de las personas, a través de indicadores relativos a la satisfacción de las necesidades humanas. Enfatizan en la calidad de vida como un proceso de ampliación de oportunidades y expansión de capacidades humanas, orientado a satisfacer necesidades de diversa índole, como subsistencia, afecto, entendimiento, participación, libertad, identidad, creación, etc. La calidad de vida está dada por poder contar con una vida larga y saludable, adquirir conocimientos y acceder a los recursos necesarios para tener un nivel de vida decente (PNUD; 1997:20). El énfasis radica en lo que las personas pueden «hacer y ser» más que en lo que pueden «tener». Desde esta perspectiva, se parte de las potencialidades de la gente, de su forma de pensar, de sus necesidades, sus valores culturales y sus formas de organización.

Por su parte, se hace hincapié en la idea de que la satisfacción de necesidades y la expansión de capacidades humanas actuales no deben hipotecar el futuro, por eso, se comienza a hablar también de desarrollo sustentable. Las formas de producción y los hábitos de consumo deben procurar la conservación y recuperación del ambiente, buscando la armonía entre el ser humano y la naturaleza. Se plantea, además, que el desarrollo sustentable es inviable sin el respeto a la diversidad histórica y cultural como base para forjar la necesaria unidad de los pueblos. Y conlleva, como elemento fundamental, la igualdad de derechos y oportunidades entre las mujeres y los hombres.

Sin embargo, y más allá de los debates, en términos generales puede afirmarse que el concepto dominante de desarrollo ha mutado y ha sido inmune a sus críticas. Ha «resistido» a críticas feministas, ambientales, culturales, comunitarias, políticas, entre otras. No obstante, en el mejor de los casos ha tenido críticos implacables que, sin embargo, no han sido capaces de plantear conceptos alternativos.

Una pista para poder pensar en los límites de estos planteos críticos a la noción de desarrollo, es que más allá de los apelativos bajo los cuales lo denominemos, lo que continuó predominando fue una visión de pensamiento eurocéntrico. A propósito de lo cual, es pertinente el señalamiento de Aníbal Quijano:

“Aquel período de debate sobre el desarrollo-subdesarrollo fue pues, en general, practicado dentro del patrón eurocéntrico de conocimiento que, desde el siglo XVIII, es uno de los instrumentos principales del patrón mundial de poder capitalista. Y no sólo en su primera fase, cuando giraba en el reducto del desarrollo económico, sino también en su fase final, no obstante, la importante ampliación de su campo de problemas, en torno del desarrollo económico-social. Ahora parece iniciarse de nuevo el debate y a la vieja familia de categorías han sido añadidas las de desarrollo sustentable y de desarrollo humano. Lo que no parece, sin embargo, es que esa ampliada familia de categorías sirva en realidad para liberar el debate de la vieja prisión eurocentrista. Y es dudoso que sin salir de ella pueda ser un nuevo debate realmente sustentable”[5].

Por lo dicho anteriormente afirmamos sin temor que el concepto dominante de «desarrollo» ha entrado en una profunda crisis, por lo menos en un doble sentido:

  • Por los pobres resultados que ha generado en el mundo entero: las innumerables recetas para alcanzar el supuesto desarrollo, concebido desde una perspectiva de progreso y modelo a seguir, han llevado a una crisis global de múltiples dimensiones, que demuestra la imposibilidad de mantener la ruta extractivista y devastadora para los países del sur, las desiguales relaciones de poder y comercio entre el norte y el sur y los ilimitados patrones actuales de consumo, que sin duda llevarán al planeta entero al colapso al no poder asegurar su capacidad de regeneración. Es imprescindible, entonces, impulsar nuevos modos de producir, consumir y organizar la vida y convivir; es necesario encontrar propuestas desde el sur que permitan repensar las relaciones sociales, culturales, económicas, ambientales desde otro lugar.
  • Por la perspectiva colonialista desde donde se construyó: sin duda el concepto de desarrollo y algunas de sus vertientes de “complementariedad” sufrieron un sesgo de colonialismo. Desde sus inicios la perspectiva eurocéntrica impregnó sus connotaciones. Sin embargo, hoy estamos ante una oportunidad, ya que el eurocentrismo está en plena crisis, sus inherentes dificultades han salido a flote al mismo tiempo que la crisis del mundo que lo produjo y al cual ha expresado y servido por tanto tiempo. Y su hegemonía mundial es ahora, final y quizás definitivamente, contestada desde todos los ámbitos dominados, donde no sólo vive la subalternidad, sino también comienza a constituirse una alternidad [6]. Las ideas dominantes de progreso y de desarrollo han generado una monocultura que invisibiliza la experiencia histórica de los diversos pueblos que son parte fundante y constitutiva de nuestras sociedades. Bajo la concepción del progreso, de la modernización y del desarrollo, opera una visión del tiempo lineal, en que la historia tiene un solo sentido, una sola dirección; los países desarrollados van adelante, son el «modelo» de sociedad a seguir. Lo que queda fuera de estas ideas es considerado salvaje, simple, primitivo, retrasado, pre-moderno. Desde esa mirada, resulta imposible pensar que los países menos desarrollados, pueden ser ‘más desarrollados’ en algunos aspectos que los países llamados desarrollados.
  1. EL DEBATE ACERCA DEL DESARROLLO EN EL CONTEXTO DE GLOBALIZACIÓN

Los límites y fracasos de las nociones de desarrollo que fueran hegemónicas durante más de tres décadas ponen en cuestión a la propia idea de “desarrollo”. Sin embargo, podemos plantear que el desarrollo puede ser concebido como proceso de transformación social. Y, como tal, se refiere a un proceso deliberado que persigue como finalidad –entre otras– la igualación de oportunidades sociales, políticas y económicas, tanto en el plano nacional, entre distintos grupos sociales, como en relación con sociedades que poseen patrones más elevados de bienestar. Sin embargo, esto no significa que dicho proceso de cambio social tenga que seguir la misma trayectoria, ni deba conducir necesariamente a formas de organización social y política similares a las que prevalecen los países actualmente industrializados o desarrollados de uno u otro tipo.

  1. ¿De qué globalización hablamos?

Para los países latinoamericanos esta posición implica, en consecuencia, la necesidad de examinar y buscar en la propia realidad regional el proyecto de nación y de integración regional, las estrategias y políticas de desarrollo y las formas de organización que habrán de satisfacer las aspiraciones de los grupos en cuyo nombre se realiza la tarea del desarrollo. Es por eso que es necesario encontrar propuestas desde el sur que permitan repensar las relaciones sociales, culturales, económicas, ambientales desde otro lugar.

En este sentido, hacia finales del siglo XX y en los albores del siglo XXI, tal como vimos en el texto inicial de Quijano, se hace imprescindible volver a buscarlo entre las mallas de una nueva configuración de poder que se conoce con el nombre de globalización. La propia noción de globalización requiere de una comprensión y análisis cuya profundización excede las posibilidades de este texto.

Sin embargo, desde una perspectiva general, podemos aproximarnos a una caracterización general de esta noción. En tal sentido, hay una prolífica producción teórica desde América Latina que nos abre a la idea de la importancia de abrirnos a lo global desde nuestras raíces y particularidades. Sobre todo, ante el temor que surge como reacción frente a la homogeneización cultural hay muchos señalamientos que advierten en ese sentido. Y también hay agudas reflexiones, tal por ejemplo la que propone Alfonso Ibañez quien señala que el desafío es lograr “articular dialécticamente, unidad y pluralidad en su cabal expansión en la aldea global… No podemos dejar de abrirnos a lo global como dimensión universal, pero sin desentendernos de las diferencias y del posible ‘cruce de horizontes’ interculturales desde abajo en las distintas localidades particulares, actuando ‘glocalmente’. Lo cual puede inducir a concebir y recrear otro tipo de globalización menos excluyente y destructiva, esto es, más equitativa y democrática”[7].

Desde el campo de la Educación Popular también se están produciendo algunas de estas reflexiones que retoman esa visión crítica de la globalización pero que, al mismo tiempo, intenta avanzar justamente en la invitación que realiza Ibañez a producir las articulaciones que permitan esa comprensión dialéctica de la vinculación entre lo local y lo global, a fin de evitar posiciones que lleven a la creación de guetos u otras formas de mero rechazo y encierro a los desafíos que implica la globalización. Noción que, por su parte, puede ser resignificada desde otros horizontes.

Marco Raúl Mejía señala: “la globalización es un fenómeno que rearticula los procesos anteriores. Proceso en el cual estamos incluidos todos, es decir, nos hace estar globalizados aún sin querer, porque no es un fenómeno en el que se puede elegir estar o salirse… esto exige explicación de una dinámica nueva que por su originalidad todavía carece de una interpretación clara y única desde las perspectivas críticas”. Y agrega: “nos encontramos ante un fenómeno que ha intensificado las relaciones sociales, constituyendo una sociedad mucho más compleja… que construye un nexo entre lo local y lo global… que significa una nueva forma de presencia en donde lo global está en lo local… Nos encontramos frente a un mundo intercomunicado e interdependiente”. Luego, el autor, haciendo un análisis crítico de este proceso señala que “la globalización en curso ocurre en el tiempo-espacio de una hegemonía capitalista occidental… una forma de enunciarla en singular que denota una forma de control que nos hace creer que esa globalización capitalista y neoliberal es la única posible… que vuelve a plantear como la única manera de desarrollo la del mundo del Norte y de las clases transnacionalizadas del Sur…”. Sin embargo, según Mejía: “La única globalización no es la capitalista y neoliberal… Por ello, apostarle a otras globalizaciones no es sólo constatar el desarrollo desigual e injusto de las nuevas formas del capitalismo y hacer una lectura crítica del mismo, sino ante todo, la capacidad de construir propuestas que muestre ese otro camino de otras globalizaciones desde el sur, desde abajo, mediante las cuales se anuncie que otros mundos sí son posibles”[8].

Como bien hemos podido comprender con el texto anterior, no hay una única manera de comprender la globalización en nuestro tiempo. Y, como vimos también anteriormente, es preciso que como educadores/as populares, podamos tener una lectura crítica de los procesos y fenómenos sociales que se expresan en nuestra práctica educativa, de modo tal que el carácter impugnador de los procesos de educación popular sea de acuerdo a la forma en que hoy se expresan los modos de explotación y dominación.

  1. Los movimientos y organizaciones sociales frente a los límites de la concepción hegemónica de desarrollo[9]

América Latina tiene una larga trayectoria de movimientos sociales que a lo largo de su historia fueron construyendo el entramado de acciones colectivas que –en diversos órdenes y en distintos contextos– se encaminaron a alcanzar la emancipación social de los sujetos oprimidos, explotados, excluidos. Entendiendo, desde esta perspectiva, a la Emancipación social no como algo dado o como algo negado definitivamente sino como proceso de conquista y ejercicio de crecientes niveles de autonomía y libertad de los sujetos individuales y colectivos; y, por tanto, de definición de sus propios proyectos en el plano personal, político, económico, cultural, etc. Proyectos que –por su parte– deben tener las condiciones de posibilidad en el seno de la sociedad de acuerdo a la propia definición de su concepción de desarrollo. Plantear de esta manera los procesos de emancipación no es proponer la autonomía pensada como desanclaje o desujeción de los sujetos, sino como soberanía, ejercicio del poder por sí y para sí mismos.

La pregunta que nos planteamos entonces es ¿Qué están aportando los movimientos y organizaciones sociales a las dinámicas sociales, políticas y culturales en el actual contexto en una perspectiva emancipatoria? Y nuestra búsqueda no se encamina a dar cuenta de la efectividad de su acción en términos de logros o de conquistas, sino más bien en términos de su capacidad y potencialidad por colocar temas y reivindicaciones en las agendas de nuestra sociedad, pero también por la novedad en sus repertorios lucha que no sólo puedan ser eficaces como acción de protesta, sino –fundamentalmente– por lo que éstas luchas colocan simbólicamente en la escena pública. Colocan con fuerza nuevas formas de acción, constituyen nuevos actores sociales, entrañan nuevos imaginarios sociales.

  1. HACIA OTRAS FORMAS DE ENTENDER EL DESARROLLO Y LA PROPUESTA DE UN POS DESARROLLO: EL DEBATE DESDE LA EDUCACIÓN POPULAR

¿Por qué es necesaria una lectura crítica desde la Educación Popular de las nociones tradicionales acerca del desarrollo y particularmente de aquellas que enfatizan que el llamado “subdesarrollo” es un estadio en un proceso evolutivo hacia el desarrollo como propuesta unívoca o aquellas perspectivas economicistas que consideran al desarrollo como sinónimo de crecimiento? Algunas de esas razones obedecen a la mera observación de algunos fenómenos que caracterizan a nuestras sociedades latinoamericanas:

  • Carácter injusto de la sociedad.
  • Persistencia de las desigualdades, que además se ve acompañada de exclusiones y discriminaciones de diverso tipo y origen.
  • Modos inusitados de explotación de los recursos naturales con un carácter extractivista y depredador quizás nunca antes vistos.

Desde otra mirada, sin embargo, hay algunos alicientes que también obligan a tener una mirada que permita complejizar y reorientar nuestras lecturas:

  • Asistimos a una creciente e inédita proliferación de diferentes emergentes sociales (luchas, organizaciones, sujetos, acciones, etc.) que son, sin duda, expresión prolífica de “lo social en movimiento”.
  • Algunos gobiernos de la región surgen a partir de la lucha de los movimientos sociales, y otros incorporan en sus agendas demandas, intereses y reivindicaciones de sectores y movimientos sociales, idea ésta que complejiza la acción colectiva y el entramado desde el cual nos movemos los/as educadores/as populares de la Región y que obliga a replantearnos la acción política desde la Educación popular.
  • La Educación Popular como una práctica educativa política y pedagógica surgida y presente vitalmente, sigue vigente en los procesos sociales y políticos latinoamericanos y, a la vez, está permanentemente interpelada por ellos. Recordemos, además, que uno de los rasgos comunes que caracterizan los distintos procesos socio-educativos que se enmarcan en la Educación Popular, es justamente el tener como punto de partida una lectura crítica de la realidad en la que deberá actuar.
  1. Crisis civilizatoria y la necesidad de nuevos modos de “desarrollo” o de una agenda de postdesarrollo

Experimentamos a principios del siglo XXI una crisis civilizatoria, en el sentido de que se trata de una crisis más allá del capitalismo, propia de los sistemas fundados en un extractivismo predatorio de la naturaleza, y que se expresa muy claramente en la disputa por los recursos naturales, en el deterioro grave del ambiente y en problemas críticos en materia de fuentes de energía.

Esta crisis civilizatoria se advierte en primer lugar, en problemas de base, es decir, las cuestiones límites o de sobrevivencia (global o de importantes conglomerados humanos), tales como las transformaciones demográficas y sus relaciones con las cuestiones del desarrollo y el ambiente, la disponibilidad de fuentes de energía no contaminantes, la seguridad alimentaria (el acceso al agua y a los alimentos son y serán la fuente de conflictos inconmensurables) para una buena parte de la población del planeta, y la vulnerabilidad biológica que se manifiesta de diferentes maneras año a año.

Además, pueden observarse ciertos procesos y fenómenos que forman parte del repertorio de la globalización, en particular la financiera, como es el desarrollo y expansión del capital transnacionalizado a través de las Empresas Transnacionales (ETN) que con sus nuevos modos de producción establecen nuevas formas de explotación por parte del capital hacia el trabajo. Y, al mismo tiempo también observamos otros procesos y fenómenos como las integraciones regionales, la información y las comunicaciones instantáneas, la convergencia con base en la digitalización de los diferentes sistemas de comunicación, y la planetarización de las pautas culturales de consumo.

Al considerar estos cambios sustanciales, enmarcados en esta llamada crisis civilizatoria, es necesario orientarse hacia una noción amplia e integral del desarrollo, en agendas abarcativas que tienen que ver con lo económico, lo político, lo social, lo cultural, lo ambiental. Es preciso retornar a debates de temas básicos como la distribución primaria del ingreso y la economía social (como prioridades del estado social) y, al mismo tiempo, resulta imprescindible repensar la solidaridad y la integración en sociedades de baja cohesión y altos niveles de conflictividad. Para estos fines es preciso desterrar cierto espíritu anti-estatal en boga (y diferenciarlo del anti-burocrático) y superar las visiones economicistas del desarrollo (tentación a la que no ha sido ajena la izquierda tradicional). Es, además, crucial profundizar la democracia en todas las relaciones sociales y es fundamental fomentar las formas más variadas de ejercicio de la democracia directa. Es preciso, así también, defender, expandir y potenciar los derechos humanos en todas sus expresiones y ampliar la esfera de lo público. Es vital, en última instancia, promover el postmaterialismo en el campo de los valores y de las más variadas expresiones sociales, recuperando la mejor historia del humanismo que la izquierda y muchos movimientos y tradiciones populares latinoamericanas han sabido cultivar.

Estas ideas nos conducen necesariamente a la importancia de considerar que vivimos en un mundo globalizado y transitando una crisis civilizatoria, en el que cada vez más se hace necesario convivir en la diversidad. No entendida ya como una mera declamación retórica sino avanzando en una consideración de la radicalidad democrática que encarna el desafío de integrar aspiraciones de igualdad con respeto y fomento de la diversidad. Para ello es preciso disputar colectivamente las orientaciones de sentido y establecer correlaciones de fuerzas sociales y políticas que vayan encarnando esos reclamos de justicia radical que cada vez crecientes sectores sociales anhelan para sí y para la sociedad en la que viven.

  1. El Paradigma del Buen Vivir como propuesta y como alternativa a la crisis de los modelos de desarrollo vigentes

En este marco de crisis global del capitalismo y por todos los cambios que han implicado los procesos constituyentes de Bolivia y Ecuador, en el reconocimiento de los pueblos originarios, el paradigma del Buen Vivir es hoy una propuesta, una mirada que impregna los debates. Surgido de nuestros pueblos originarios, este paradigma de Buen Vivir coloca otras cosmovisiones, otras formas de relación con la naturaleza y otras formas de enfrentar las necesidades que, entre otros, desafían los patrones de consumo capitalista.

“Aceptando el diagnóstico de que no sabemos vivir y que de hecho estamos viviendo mal, la alternativa del Buen vivir aparece como una utopía realizable. Precisamente porque no se presenta como una meta preconcebida y acabada, sino más bien como un proyecto en proceso de elaboración donde intervienen la memoria del pasado y el anhelo de un futuro de convivencia humana, expuesto al diálogo intercultural, especialmente con Occidente”[10]. Es otra visión del desarrollo que desde su entendimiento de las relaciones sociales y del sentido de la vida humana en equilibrio y complemento vital con la naturaleza interpela una de las bases más potentes del modelo de acumulación capitalista como es el consumo.

De allí la radicalidad y potencialidad de cambio que encarna este planteo al socavar las bases mismas del capitalismo. Sin embargo, justamente por el entusiasmo que despierta en numerosos grupos sociales ajenos a los pueblos originarios, surge la importancia de que –tomando distancia de posturas románticas e idealistas– es preciso hacerse cargo de las tensiones que encierra el plantear este paradigma del Buen Vivir en diálogo con otras visiones, perspectivas de desarrollo. Sin pretender agotar el tema, nos importa dejar aquí apuntados para futuros debates y reflexiones, los siguientes interrogantes:

  • ¿Cómo estas visiones y propuestas condensadas en los principios de El Buen Vivir, podrán disputar los sentidos económicos y culturales en pugna?
  • ¿Cómo entran en diálogo y negociación con otras formas de vida? ¿Cuánto son asumidos por otros grupos sociales?

Estas y otras preguntas pueden y deben ser asumidas desde y en la acción de educadores y educadoras populares de Nuestra América.

Referencias

  • De Souza Santos, Boaventura (2008): Reinventado la emancipación social. Cuadernos del Pensamiento Crítico. CLACSO.
  • Di Tella, Torcuato y Otros (2004): Diccionario de Ciencias Sociales y Políticas. Ariel. Buenos Aires.
  • Estermann, J. (2008): Si el Sur fuera el Norte. Chakanas interculturales entre Andes y Occidente. Citado en MEJIA, M. R. Educaciones y Pedagogías Críticas Latinoamericanas (Cartografías de la Educación Popular). ISEAT. La Paz.
  • Ferrer, Aldo (2016): El regreso del Neoliberalismo. En: Le Monde diplomatique. Edición Cono Sur. Año XVII N° 20 1, marzo. Buenos Aires.
  • Goldar, María Rosa (2009): La construcción de paradigmas emancipatorios desde los actuales movimientos sociales latinoamericanos. En: Revista La Piragua Nº 30 III. Panamá, CEAAL.
  • Ibañez, Alfonso (2009): Utopías y emancipaciones desde Nuestra América. CEP/Alforja, DEI, CEAAL. San José de Costa Rica.
  • Ibañez, Alfonso y Aguirre, Noel (2013): Buen vivir, Vivir bien. Una utopía en proceso de construcción. 1° reimpresión. Ed. Desde Abajo (Colección Primeros Pasos). Bogotá.
  • Mejía, Marco Raúl (2007): Educación(es) en la(s) globalización(es) I. Entre el pensamiento único y la nueva crítica. Ed. Desde Abajo. Bogotá.
  • Mejía, Marco Raúl (2011): Educaciones y Pedagogías Críticas Latinoamericanas (Cartografías de la Educación Popular). CEAAL. Lima.
  • Quijano, Aníbal (2000): El fantasma del desarrollo en América Latina. En Revista Venezolana de Economía y Ciencias Sociales, 2000. Vol. 6 Nº 2 (mayo-agosto) pág. 73-90. Disponible en Internet: http://red.pucp.edu.pe/ridei/buscador/files/100520.pdf. Consultado el 25 de febrero 2011.

Autora: María Rosa Goldar

Educadora Popular, integrante de la Asociación Ecuménica de Cuyo (FEC), Mendoza, Argentina y del Colectivo CEAAL, Argentina. Magíster en Ciencia Política y Sociología (FLACSO). Docente e Investigadora de la Universidad Nacional de Cuyo. Mendoza, Argentina. mrosagoldar@gmail.com

Consejo de Educación Popular de América Latina y el Caribe (CEAAL)

Para leer más puedes acceder al Libro Siembras del buen vivir: Entre utopías y dilemas posibles. ALER, Asociación Latinoamericana de Educación y Comunicación Popular (2016). Quito – Ecuador


  • [1] Artículo elaborado como ampliación y actualización del Documento elaborado para el módulo “Desarrollo: una noción en debate en América latina. Sus implicancias para la acción de educadores/as populares” (dictado por la autora) para el Curso Virtual de Formación de Formadores en Educación Popular de la Universidad Ruiz de Montoya en conjunto con CEAAL (Consejo de Educación Popular de América Latina y el Caribe), Lima – Perú (2011, 2013).
  • [2] Ferrer (2006:4).
  • [3] Quijano (2000:1).
  • [4] Di Tella (2004).
  • [5] Quijano (2000).
  • [7] Ibañez (2009:15-16).
  • Mejía (2007:23-25). El resaltado es nuestro.
  • [9] Las ideas que se desarrollan en este apartado integran el artículo de la autora publicado en Revista La Piragua Nº 30.
  • [10] Ibañez y Aguirre (2013: 33-34).